A lo largo de 5 entregas iremos desgranando los entresijos de la compleja relación entre vibración y audición. Junto con la última entrega se colgará el texto completo en PDF para facilitar su acceso y consulta.

Este verano se ha desatado en Galicia una especie de fiebre estival por la que varios ayuntamientos (primero Nigrán, luego Pontevedra y parece que alguno más) se han hecho con mochilas de vibración para «permitir que las personas sordas puedas disfrutar del concierto de tal o cual cantante». Estas noticias, no exentas de cierta dosis de porno emocional, han inundado periódicos locales. Sin embargo la gran mayoría adolecen de información veraz y completa que permita entender cómo funcionan estos dispositivos, qué ventajas reales aportan y qué uso puede hacerse de ellos en el campo de la accesibilidad; en especial, la accesibilidad sensorial.
Para ello vamos a empezar por el principio: la audición. A mí me gusta decir (sobre-simplificando mucho) que la audición es una forma refinada de tacto. Normalmente vinculamos la audición únicamente al oído, y a una vía auditiva, la vía aérea.
Hablamos de audición por vía aérea cuando el aire en movimiento (es decir, la vibración) es captado por el pabellón auricular (comúnmente llamado oreja) y conducido al interior del canal para que impacte con el tímpano. La oreja funciona, por tanto, como un embudo o trompetilla y su labor es fundamental. La pérdida de todo o parte del pabellón auricular tiene efectos muy notables (para mal) en la audición. También tiene un rol fundamental a la hora de ayudarnos a detectar la procedencia de un sonido dado que no recoge igual los sonidos que le llegan de frente, por detrás, del mismo lado o del lado contrario, y sus diferentes combinaciones. El cerebro ha aprendido a interpretar las sutiles diferencias en la ecualización de los sonidos (más brillante, más apagado, etc) y obtener de ellas información sobre la posición de la fuente de sonido. Hoy por hoy somos capaces de reproducir dicha ecualización artificialmente en lo que conocemos como sonido 3D (aunque normalmente se le llama 8D (!!) en internet). (1)
El aire recogido por el pabellón auditivo choca contra el tímpano que vibra como la piel de un tambor. Un experimento sencillo es inflar un globo, sostenerlo con las manos y hablarle cerca. El aire dentro del globo vibrará y con él las tensas paredes del globo inflado.
El movimiento del tímpano se transmite a la cadena de huesecillos (martillo, yunque y estribo). Los osículos auditivos (también reciben este nombre) tienen una función de ecualización, modulando (y principalmente amplificando) el sonido. Así la vibración pasa del martillo al yunque y de este al estribo que termina en la ventana oval. (2)
La ventana oval es un pequeño agujero en la cóclea o caracol. A ella se acopla el final de estribo. La cóclea está llena de un líquido llamado linfa. El movimiento del estribo mueve la linfa como hace un desatascador con el agua de las tuberías cuando lo aplicamos en el desagüe. Ese vaivén de la linfa mueve unos pelillos que recubren el interior de la cóclea llamados células ciliadas. Estos pelillos, al moverse, generan impulsos eléctricos que el nervio auditivo recoge y transporta a la corteza auditiva (área del cerebro responsable de la audición) para su transformación en información. (3)
Este proceso es el más común y se conoce como vía aérea porque la vibración llega a nuestros oídos por el aire. Sin embargo no es el único. Hay una segunda vía auditiva, la vía ósea, igualmente importante y con implicaciones clave para el desarrollo del habla y el canto entre otros, dado que la audición por vía ósea es la principal fuente de información sonora y retroalimentación que tenemos cuando hablamos. Nos oímos a nosotros mismos por vía ósea antes que por vía aérea.
Para entender cómo funciona la vía ósea es importante recordar cómo se produce el habla. Al hacer pasar el aire desde nuestros pulmones por las cuerdas vocales lo hacemos vibrar. Sin embargo esa vibración necesita ser amplificada por todos los resonadores que hay en nuestro cráneo, principalmente la cavidad bucal y nasal. La utilización de los resonadores es fundamental en la calidad de la voz, como sabe todo cantante y puede marcar diferencias drásticas en el control y la proyección del sonido.
Al hablar, por tanto, no sólo vibran las cuerdas vocales. Vibra todo nuestro cráneo. La cóclea está insertada dentro del cráneo y vibra junto a todo lo demás. Esa vibración mueve la linfa (no por acción del estribo sino como el líquido en una coctelera) que, de nuevo, activa las células ciliadas que generan impulsos eléctricos transmitidos al cerebro por el nervio auditivo. Esta vía ósea tiene la particularidad de tener una ecualización del sonido diferente de la vía aérea. Potencia los sonidos graves en detrimento de los agudos, por eso cuando nos escuchamos mientras hablamos nuestra voz suena diferente que cuando la escuchamos en una grabación. En el segundo caso la escuchamos por vía aérea y la primera vez que ocurre indefectiblemente nos cuesta reconocer nuestra propia voz. La percibimos, por lo general, más aguda (incluso estridente) y con matices diferentes a los que nuestra propiocepción nos tiene acostumbrados. Sin embargo esa es la voz que todos los demás conocen de nosotros y la que han oído siempre.
La audición por vía ósea (o conducción ósea), por lo tanto, es clave en nuestro día a día aunque no siempre seamos conscientes de su importancia. Además de su uso propioceptivo (para darnos información sobre nosotros mismos y nuestra propia voz) se puede utilizar con dispositivos externos. En los últimos años y dado el avance de esta tecnología se han popularizado auriculares de conducción ósea que presentan una serie de ventajas y limitaciones con respecto a los tradicionales de vía aérea. (4)
Estos auriculares no tapan el conducto auditivo sino que se sitúan sobre un hueso del cráneo (normalmente sobre la apófisis mastoides del hueso temporal –5-). En lugar de un altavoz de sonido llevan pequeños altavoces de vibración que transmiten esta al hueso. Con la vibración del hueso temporal resuena todo nuestro cráneo y, con él, la cóclea, tal y como hemos visto.
Entre las ventajas de estos dispositivos podemos destacar que dejan el conducto auditivo libre. La vía aérea y la vía ósea son compatibles por lo que si vamos por la calle con auriculares de conducción ósea mantenemos el contacto con los sonidos que nos rodean, lo que sin duda es mucho más seguro que los auriculares habituales. También son de especial utilidad para personas ciegas que utilizan ordenadores y smartphones con lectores de pantalla. Gracias a ellos pueden hacer un uso discreto de sus dispositivos mientras mantienen pleno contacto auditivo con el exterior. Finalmente las personas que deben proteger sus oídos en entornos de ruido potencialmente dañino pueden usar sus auriculares protectores y a la vez estos auriculares de conducción para recibir instrucciones y mantener contacto con otros compañeros. Por esta razón se utilizan también para escuchar música bajo el agua llevando tapones.
En el apartado de inconvenientes está que su potencia de sonido suele ser menor y que los agudos, por la transmisión que hace el cráneo, no suelen ser tan ricos como los graves.
Para saber más:
2.- Más sobre la cadena de huesecillos: Aunque normalmente amplifican la vibración, una serie de músculos asociados a estos diminutos huesos pueden controlar y reducir la amplitud de su movimiento para tratar de evitar daños en el oído cuando el sonido es muy alto. https://es.wikipedia.org/wiki/Huesecillos_del_o%C3%ADdo
4.- Más sobre conducción ósea: https://en.wikipedia.org/wiki/Bone_conduction
5.- Apófisis Mastoides: https://es.wikipedia.org/wiki/Apófisis_mastoides
5 comments for “Vibración y audición: accesibilidad a flor de piel (I). Vía aérea y vía ósea”