DISCAPACITODOS

Educación, Tecnología y Accesibilidad nos importan a todos. Porque bajo las circunstancias adecuadas, todos somos discapacitados.

Siglo y medio a la vanguardia de la atención a la diversidad

Acabó 2014, un año de celebración para el centro que tuve el gusto y honor de dirigir durante 9 años.

Lindeiros – Junio 2014

El 1 de junio de 1864 abrió sus puertas un centro emblemático y singular en Santiago de Compostela: el colegio de sordomudos y ciegos del distrito universitario de Santiago. Emblemático porque ha sabido mantenerse a la vanguardia de las corrientes socio-educativas y pedagógicas. Singular porque es el único con una trayectora tan dilatada.

Nació con la vocación de enseñar a niños con sordera o ceguera cuando educar a estos infantes se consideraba algo a medio camino entre la utopía y el milagro. Se ubicó “temporalmente” en Santo Domingo de Bonaval, compartiendo instalaciones con el hospicio de la ciudad, y allí se quedó hasta años después de cerrado este. 100 años exactamente pasó en Bonaval el centro. Ni un día menos ni un día más.
Y eso que le habían construido un edificio fantástico para él solito: ese mastodonte conocido como complejo de San Caetano se construyó para ser buque insignia pedagógico de la enseñanza de estos “pobres anormales”. Hay que reconocer que de finura en las denominaciones, no iban sobrados precisamente, nuestros dirigentes. Tampoco iban sobrados de capacidad de planificación. Acabado el edificio no le pusieron ni una triste silla en la que sentarse. Ni mesas. Ni camas, cocinas, pupitres y demás menudencias. Y claro, se quedó vacío. Entonces estalló la guerra, llegaron los militares. Dijeron aquello de “me lo pido” y hasta los años sesenta. Para cuando el centro se mudó ya estaba allí un instituto y un hospital militar que se resistía al cierre. Y cuando por fin se instaló del todo, nace el gobierno autonómico, llegan las Consellerías y dicen, de nuevo, el consabido “me lo pido”.

A las faldas del monte Pedroso, con vistas a la catedral, en el antiguo seminario de padres Combonianos, allí se emplaza desde entonces el centro que, en 2009, cambió su nombre para adoptar el de Manuel López Navalón, primer director del centro y hombre extraordinario. Su historia merece, para él solito, una página completa. Como poco.

Ciento cincuenta años dan para mucho. Dan para ver nacer y morir decenas de instituciones semejantes en todo España. Dan para ver todas las leyes educativas integrales que este país ha tenido. Dan para vivir la segregación, la integración, la inclusión… siempre desde la vanguardia. Porque hace 150 años el centro educaba a niños y niñas, ofertaba doble vía educativa: académica e industrial. Y ofertaba al alumnado de la posibilidad de aprender el oficio directamente en el entorno del trabajo aun dependiendo de la educación formal de la Escuela. Se creerán estos progres de la neopedagogía que con la FP Dual han inventado algo. Vanguardia también porque se asumía que la enseñanza de las personas sordas debía basarse en la lengua de signos y la de los ciegos en el aprendizaje del Braille y otros sistemas en relieve. Cosas que hoy tenemos asumidas, o no, pero toda una excentricidad en la época.

Recordamos lo que fuimos para mejorar lo que somos y labrar otros ciento cincuenta años de servicio y educación. Felicidades a todos y cada uno de los que han hecho posible siglo y medio de historia.

Ilustración en B/N del tradicional escudo del centro que muestra un diapasón y la leyenda 150 años

Ilustración original de @JorgeDelOro

Lindeiros – Junio 2014

O 1 de xuño de 1864 abriu as súas portas un centro emblemático e singular en Santiago de Compostela: o colexio de xordomudos e cegos do distrito universitario de Santiago. Emblemático porque soubo manterse á vangarda das correntes socio-educativas e pedagóxicas. Singular porque é o único cunha traxectoria tan dilatada.

Naceu coa vocación de ensinar a nenos con xordeira ou cegueira, cando educar a estes infantes considerábase algo a medio camiño entre a utopía e o milagre. Situouse “temporalmente” en San Domingos de Bonaval, compartindo instalacións co hospicio da cidade, e alí quedou até anos despois de pechado este. 100 anos exactamente pasou en Bonaval o centro. Nin un día menos nin un día máis.
E iso que lle construíron un edificio fantástico para el soíño: ese mastodonte coñecido como complexo de San Caetano construíuse para ser buque insignia pedagóxico do ensino destes “pobres anormais”. Hai que recoñecer que de finura nas denominacións non ían sobrados precisamente os nosos dirixentes. Tampouco ían sobrados de capacidade de planificación. Acabado o edificio non lle puxeron nin unha triste cadeira na que sentar. Nin mesas. Nin camas, cociñas, pupitres e demais minucias.
E claro, quedou baleiro. Entón estalou a guerra, chegaron os militares. Dixeron aquilo de “pídomo” e até os anos sesenta. Para cando o centro se mudou xa estaba alí un instituto e un hospital militar que se resistía ao peche. E cando por fin se instalou con comodidade, nace o goberno autonómico, chegan as Consellerías e din, de novo, o consabido “pídomo”.

Nas ladeiras do monte Pedroso, con vistas á catedral, no antigo seminario de pais Combonianos, alí se empráza desde entón o centro que, en 2009, cambiou o seu nome para adoptar o de Manuel López Navalón, primeiro director do centro e home extraordinario. A súa historia merece, para él só, unha páxina completa. Como pouco.

Cento cincuenta anos dan para moito. Dan para ver nacer e morrer decenas de institucións semellantes en todo España. Dan para ver todas as leis educativas integrais que este país tivo. Dan para vivir a segregación, a integración, a inclusión… sempre desde a vangarda.
Porque hai 150 anos o centro educaba a nenos e nenas e ofertaba dobre vía educativa: académica e industrial. Tamén ofertaba ao alumnado a posibilidade de aprender o oficio directamente na empresa, aínda dependendo da educación formal da Escola. Creranse estes “progres” da neopedagoxía que coa FP Dual teñen inventado algo. Vangarda tamén porque se asumía que o ensino das persoas xordas debía basearse na lingua de signos e a dos cegos na aprendizaxe do Braille e outros sistemas en relevo. Cousas que hoxe temos asumidas, ou non, pero toda unha excentricidade na época.

Lembramos o que fomos para mellorar o que somos e labrar outros cento cincuenta anos de servizo e educación. Felicidades a todos e cada un dos que fixeron posible este século e medio de historia.

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