DISCAPACITODOS

Educación, Tecnología y Accesibilidad nos importan a todos. Porque bajo las circunstancias adecuadas, todos somos discapacitados.

Parte de la Comunidad

Lindeiros Junio 2013

Seguramente el nombre de Donald Gray Triplett no les diga nada. Este afable anciano, que cumplirá 80 años en septiembre, vive en Forest, Mississippi; un pueblo de, aproximadamente 6000 habitantes, o lo que es lo mismo, un pueblo como Bertamiráns. Donald T., como aparece frecuentemente en los manuales de psiquiatría y psicología, fue el Caso 1 de autismo. Leo Kanner no fue el primero en utilizar este término, pero si el que hizo, por primera vez, una descripción clínica completa de esta condición.
Donald tuvo suerte. El pueblo en el que vivía aceptó sin reparos sus peculiaridades y lo acogió como a uno más. Su familia falleció en los años 80 pero todavía habita la vivienda familiar de modo autónomo. Es un hombre feliz, aficionado al golf y a los viajes… y todavía es protegido por la comunidad. Cuando en 2010 un par de periodistas llegaron hasta Forest tratando de reconstruir su historia, fueron seriamente avisados: «Si lo que escriben hace daño a Donald, sabemos cómo y a quién quejarnos».
Esta es la magia de los pueblos frente a las grandes urbes. No hay habitantes sino personas. No hay censo, sino vecinos. Ese espíritu universal de aldea es el que hace posible la inclusión de una gran diversidad de individuos dentro de la comunidad. Donald sería usuario de los servicios de asistencia social en una ciudad como Madrid o Nueva York. Por contra, es una persona más en el ecosistema de Forest.
Tendemos a pensar que lo ideal es buscar grandes entornos urbanos llenos de servicios que faciliten la atención a personas que presentan necesidades especiales. Sin embargo, cabe preguntarse si todos esos servicios de atención no tienen como claro efecto secundario la segregación. Son servicios diferentes para gente diferente. Los pueblos y villas, sin embargo, hacen de la necesidad virtud, y, no pudiendo ofrecer servicios diferenciados, facilitan a estos vecinos, la participación en actividades regulares, lo que, en último término, redunda siempre en inclusión. Donald, todos los Donalds que tenemos a nuestro alrededor, no quieren más y más especial; quieren ser como los demás, como todos, parte de una comunidad. Y en eso las villas y pueblos son siempre campeonas.

****

Lindeiros Xuño 2013

(orixinal en galego)
Seguramente o nome de Donald Gray Triplett non lles diga nada. Este afable ancián que cumplirá 80 anos en setembro vive en Forest, Mississippi; un pobo de aproximadamente 6000 habitantes, ou o que é o mesmo, un pobo como Bertamiráns. Donald T., como aparece frecuentemente nos manuais de psiquiatría e psicoloxía, foi o Caso 1 do autismo. Leo Kanner non foi o primeiro en utilizar este termo, pero si o que fixo, por primeira vez, unha descripción clínica completa desta condición.
Donald tivo sorte. O pobo no que vivía aceptou sen reparos as súas peculiaridades e acolleuno como un máis. A súa familia faleceu nos anos 80 pero todavía habita a vivenda familiar de xeito independente. É un home feliz, afeccionado ao golf e ás viaxes… e todavía protexido pola comunidade. Cando en 2010 un par de xornalistas chegaron ata Forest tratando de reconstruir a súa historia, foron seriamente avisados. «Se o que escriben fai dano a Donald, sabemos como e a quen queixarnos».
Esta é a maxia dos pobos fronte ás grandes urbes. Non hai habitantes senón persoas. Non hai censo, senón veciños. Ese espíritu universal de aldea é o que fai posible a inclusión dunha gran diversidade de individuos dentro da comunidade. Donald sería usuario dos servizos de asistencia social nunha cidade como Madrid ou Nova Yorke. Pola contra é unha persoa máis no ecosistema de Forest.
Tendemos a pensar que o ideal é buscar grandes entornos urbáns cheos de servizos que faciliten a atención a persoas que presentan necesidades especiais. Sen embargo cabe preguntarse se todos esos servizos de atención non teñen como claro efecto secundario a segregación. Son servizos diferentes para xente diferente. Los pobos e vilas, sin embargo, fan da necesidade virtude, e non podendo ofrecer servizos diferenciados, facilitan a estes veciños a participación en actividades regulares, o que, en último termo, redunda sempre na inclusión.
Donald, todos os Donalds que temos ao noso redor, non queren máis e máis especial; queren ser como os demáis, como todos, parte dunha comunidade. E neso as vilas e pobos son sempre campeonas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies