Tengo algo con los exoesqueletos. Me encantan. Me apasionan. Me parecen una sublimación perfecta de ingeniería y biomecánica. Los exoesqueletos electrónicos, robóticos o biomecánicos. Todos, por igual, despiertan mi interés. Desde el hack que compartía hace un par de días hecho por una ingeniosa y habilidosa madre, al ReWalk que se menciona en la noticia enlazada. Poco a poco iremos hablando de ellos, de sus puntos fuertes y débiles, de sus posibilidades y sus perspectivas de futuro.Pero hoy quiero responder a una pregunta, en apariencia simple, que me han hecho un montón de veces:
¿Por qué insistir en que una persona que no puede caminar, lo haga, o al menos se ponga de pie, aunque sea de modo pasivo?
En primer lugar debemos entender que no hay nunca pasividad en ponerse en pie, incluso si un exoesqueleto nos sostiene en dicha posición que nuestro cuerpo ya no puede alcanzar de modo autónomo, todo nuestro sistema musculo-esquelético está reaccionando a la nueva posición. Hay músculos que se contraen, otros que se estiran, todo ello como reacción a una fuerza fantástica llamada gravedad. Cuando un exoesqueleto nos sostiene, incluso si no realizamos de modo activo ninguna fuerza, todo nuestro cuerpo reacciona al conjunto de energías que están actuando sobre nosotros. Los órganos internos se mueven y acomodan al mayor espacio disponible. La maquinaria productora de energía del cuerpo se activa para responder a la inesperada demanda. La circulación de la sangre se activa y el drenaje linfático hace su función.
El cuerpo humano está desarrollado y optimizado para la estar en pie, para una posición erecta y un desplazamiento bípedo, ya sea caminando, trotando o corriendo.
A menudo la gente cree que los exoesqueletos tienen por objetivo salvar escaleras o cumplir las ilusiones de personas que ven afectadas sus habilidades motóricas para desplazamientos efectivos sin apoyo. Sin embargo el beneficio tras estos exoesqueletos, igual que tras los andadores pasivos, van mucho más allá.
¿Cuántas veces hemos escuchado que la gran lacra para la salud del s. XXI es el sedentarismo?
La posición sedente conlleva un empeoramiento general de la función digestiva. Se digiere mal, lo que afecta al apetito, la producción y eliminación de gases y el estreñimiento crónico. Igualmente afecta a la circulación. Como todos los que hemos pasado mucho tiempo en una posición sabemos, las posturas estáticas (particularmente estar sentado) desembocan en hinchazón, entumecimiento, pérdida de sensibilidad…
Cuando esto ocurre la reacción generalizada es «ir a estirar las piernas» suponiendo esto un pequeño paseo. Los usuarios de silla de ruedas no tienen ese alivio.
Cambiar a la persona de postura (o ayudarle a hacerlo) es un parche, pero no una solución.
Y a la larga la consecuencia es la pérdida drástica de masa muscular. Por eso, cuando menos en pie se pone una persona, menos logrará ponerse en el futuro. Y a la inversa ocurre lo mismo. Si hay una posibilidad, siquiera remota, de que vuelva a caminar de un modo autónomo o semiautónomo, es fundamental que la masa muscular en los miembros inferiores no se pierda, o, en el caso de los niños, se gane.
Finalmente, aunque no menos importante, está la cuestión sensorial. La percepción del mundo y del entorno que nos rodea no es igual desde una silla que desde lo alto de nuestro propio cuerpo. Tampoco lo es la propiocepción. Aprender a manejar la información que nos llega desde diferentes posiciones es vital y ocupa buena parte de la infancia de cualquier persona.
Así pues, los exoesqueletos no son un capricho caro ni en upgrade de las sillas de ruedas. Son una necesidad para ganar en calidad de vida y en perspectivas de futuro.
Por eso me encanta leer este tipo de noticias:
La paraplejia se baja de la silla.
«Claire Lomas walking the 2012 Virgin London Marathon» by Lulu Kyriacou – http://www.lulukyriacou.com. Licensed under CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons.