Lindeiros Julio 2013
Si cualquier conexión metropolitana en este páis nuestro es, sin duda, un chiste de mal gusto; intentar hacer uso del transporte público cuando se tiene la mobilidad reducida, es ya un festival del humor que ni Chiquito de la Calzada y el plantel completo de Muchachada Nui son capaces de superar.
Pongamos por caso que soy usuario de silla de ruedas, que voy un poco mal de la artrosis, que tengo una pierna enyesada, la cadera o la rodilla averiados…
Pongamos que soy ciego y no tengo manera de saber qué autobús acaba de llegar a mi parada e hacerle señas, porque todos los indicadores son de texto.
Pongamos que tengo dificultades para estar de pie un cierto rato y tengo que esperar en una parada sin marquesina, durante más tiempo que el santo Job por un transporte que solo el conductor y la bruja Lola saben cuando pasará…
¡¡Y que no llueva!! ¡¡Que menos mal que en Galicia no llueve casi nunca!!
Pongamos que tengo un hijo que no es capaz de mantenerse sentado correctamente por una parálisis cerebral…
Pues si tengo ganas de vivir aventuras, decido coger el autobús y entonces…
…a rogar para que alguien me pliegue la silla, me suba en brazos, me sirva de apoyo y hasta de camilla.
…a rogar para que, si no hay nadie más en la parada, el conductor pare y abra la puerta para que pueda preguntarle adónde va.
…a rogar para que el bus pase pronto y no diluvie.
…a rogar para que, en lugar de tocarme la lotería, me toque ese día y en ese viaje un coche con cinturones. Y ya, premio gordo, si es con tres puntos de anclaje.
Escalones estrecho y altísimos, asientos en los que hai que dejar de respirar para encajarse… pura diversión.
De los carritos de bebé y de la compra, mejor ya ni hablamos.
La Convención Internacional de Derechos de las Personas con Discapacidad, de obligado cumplimiento, queda, por ahora, en la ciencia ficción.
***
Lindeiros Xullo 2013
(original en gallego)
Se calquera conexión metropolitana neste país noso é, sen dúbida, un chiste de mal gusto; intentar facer uso do transporte público cando se ten a mobilidade reducida é xa un festival do humor que nin Chiquito de la Calzada e o plantel completo de Muchachada Nui son capaces de superar.
Poñamos por caso que son usuario de cadeira de rodas, que voy un pouco mal da artrose, que teño unha perna enxesada, a cadeira ou o xeonllo escanillados…
Poñamos que son cego e non teño maneira de saber que autobus acaba de chegar á miña parada e facelle señas porque todos os indicadores son de texto.
Poñamos que teño dificultades para estar de pé un certo rato e teño que esperar nunha parada sin marquesina durante máis tempo que o santo Job por un transporte que só o conductor e a bruxa Lola saben cando pasará… e que non chova. ¡Que menos mal que en Galiza non chove casi nunca!
Poñamos que teño un pequecho que non é capaz de manterse sentado correctamente por una parálise cerebral….
Pois se teño ganas de vivir aventuras decido coller o autobús e entón…
… a rogar para que alguén me plegue a cadeira e me suba en brazos, me sirva de apoio e mesmo de padiola.
… a rogar para que, se non hai ninguén máis na parada, o conductor pare e abra a porta, e poda preguntarlle a dónde vai.
… a rogar para que o bus pase pronto e non diluvie.
… a rogar para que en troques de tocarme a lotaría, me toque nese día e nesa viaxe un coche con cinturóns. E xa, premio gordo, se son de tres puntos de anclaxe.
Escalóns estreitos es altísimos, asientos nos que hai que deixar de respirar para encaixarse… pura diversión.
Dos carritos de bebé e da compra, mellor xa nin falamos.
A Convención Internacional de Dereitos das Persoas con Discapacidade, de obrigado cumprimento, queda, polo de agora, na ciencia ficción.