Lindeiros – Septiembre 2014
El tema estrella de este verano ha sido, sin duda, el brote de Ébola que ha puesto histérico a medio mundo. Este pequeño bastardo de la familia Filoviridae, causa la enfermedad del Ébola, también conocida como «fiebre hemorrágica» del Ébola, si bien no todos los casos muestran hemorragias. Tampoco todos los casos fallecen, aunque el porcentaje de muertes es muy alto para los estándares de la medicina actual, y se han encontrado individuos inmunes. El Ébola es un bicho reciente en el mundo de la virología y, por tanto, relativamente desconocido. No existe cura conocida, más allá de ayudar al enfermo a desplegar su arsenal inmunológico para que él mismo venza la enfermedad. Este virus tiene además un «superpoder» que a los biólogos les da sudores fríos y mucho yuyu. Es interespecífico, esto es, afecta a diferentes mamímeros y no sólo a seres humanos, contagiándose diferentes especies entre si. Como los animalitos, tanto de cuatro como de dos patas, tienen la irritante costumbre de moverse, el control de estos brotes se vuelve un quebradero de cabeza que da pesadillas a todo epidemiólogo.
Por estas razones para su manejo se requiere un Nivel 4 de protección. Como en las pelis. Como todos han visto E.T. les voy a ahorrar los detalles técnicos.
El Ébola, como agente infectivo, tampoco es que haga podio, ni mucho menos. Un poco de lejía o una exposición saludable a rayos ultravioleta, de los que el sol provee en abundancia, y se acabó el microbicho. Fuera de un cuerpo humano es fácil cargárselo.
Pero los humanos no somos particularmente buenos en eso de cargarnos bichos. La estadística nos muestra que incluso aquellos virus conocidos y controlables crecen y se multiplican sin freno, y el ejemplo más notable es la gripe y toda la cohorte de virus gastrorespiratorios que pueblan los colegios de octubre a febrero.
A menudo confundimos tres conceptos que, aunque relacionados, distan de ser sinónimos. A saber, limpieza, desinfección, sanitización y esterilización. En función de los usos y riesgos de los locales y utensilios será necesario uno u otro. La limpieza elimina suciedad pero no acaba con los gérmenes. La desinfección sí supone la eliminación de buena parte de gérmenes y patógenos. La sanitización es algo a medio camino entre la limpieza y la desinfección. La esterilización es la inertización total y absoluta de todos los patógenos. De una aguja hipodérmica nadie esperaría menos que una esterilidad total. Lo contrario sería jugar a la ruleta rusa con muchas balas en el tambor. En un comedor escolar los protocolos sanitarios exigen desinfección de utensilios y superficies en contacto directo con la comida, y la sanitización de otras como suelos o paredes. Cualquier enterobacteria (las de la caca, para entendernos) despistada que prolifere en una mesa caliente y lo que menos nos jugamos es una gastroenteritis. Y en ese sentido la gran mayoría de los centros educativos aprueban con nota.
Pero que decir de los baños… conozco niños que han preferido mearse o usar el patio escolar antes que ir a unos aseos que, con frecuencia, parecen el plató de rodaje de Mad Max. El mitológico papel higiénico no se ha visto en muchos colegios en generaciones y la sanitización que estas instalaciones requieren (desinfección en el caso de inodoros y lavamanos) es, directamente, una broma de mal gusto. De las puertas que no cierran, cisternas que no proveen de agua y otros sospechosos habituales mejor hablamos otro día.
La mera limpieza sólo es aceptable ciertos elementos de las aulas y en los pasillos y zonas de uso común.
En apenas un mes los catarros, conjuntivitis, laringitis, gastroenteritis, gripes y demás familia, llenaran de nuevo las consultas de pediatría. Y el remedio, numerosos estudios lo demuestran, es simple: LAVARSE LAS MANOS CON JABÓN y SANITIZAR Y DESINFECTAR adecuadamente.
No se trata de alcanzar niveles de quirófano, pero sí de evitar centros educativos (desde primaria hasta la universidad) cuyos aseos causen repulsión y, a la postre enfermedades.
Y recuerden, la gripe mata cada año a miles de personas. Muchísimas más que el Ébola. Empecemos por barrer en casa antes de preocuparnos por la roña de fuera.

Ilustración original de @JorgeDelOro
Lindeiros – Setembro 2014
O tema estrela deste verán foi, sen dúbida, o brote de Ébola que puxo histérico a medio mundo. Este pequeno bastardo da familia Filoviridae, causa a enfermidade do Ébola, tamén coñecida como «febre hemorráxica» do Ébola, aínda que non todos os casos mostran hemorraxias. Tampouco todos os casos falecen, aínda que a porcentaxe de mortes é moi alto para os estándares do medicamento actual, e atopáronse individuos inmunes. O Ébola é un bicho recente no mundo da viroloxía e, por tanto, relativamente descoñecido. Non existe, de momento, cura, máis aló de axudar ao enfermo a despregar o seu arsenal inmunológico para que el mesmo venza a enfermidade. Este virus ten ademais un «*superpoder» que da aos biólogos suores frías e moito yuyu. É interespecífico, isto é, afecta a diferentes mamímeros e non só a seres humanos, contaxiándose diferentes especies entre si. Como os animaliños, tanto de catro como de dúas patas, teñen o irritante costume de moverse, o control destes brotes vólvese un quebradeiro de cabeza que dá pesadelos a todo epidemiólogo.
Por estas razóns para o seu manexo requírese un Nivel 4 de protección. Como nas pelis. Como todos viron E.T. voulles a aforrar os detalles técnicos.
O Ébola, como axente infectivo, tampouco é que faga podio, nin moito menos. Un pouco de lixivia ou unha exposición saudable a raios ultravioleta, dos que o sol prové en abundancia, e acabouse o microbicho. Fóra dun corpo humano é fácil rematalo.
Pero os humanos non somos particularmente bos niso de cargarnos bichos. A estatística amosanos que mesmo aqueles virus coñecidos e controlables multiplícanse sen freo. O exemplo máis notable é a gripe e toda a cohorte de virus gastrorespiratorios que poboan os colexios de outubro a febreiro.
A miúdo confundimos tres conceptos que, aínda que relacionados, distan de ser sinónimos. A saber, limpeza, desinfección, sanitización e esterilización. En función dos usos e riscos dos locais e utensilios será necesario un ou outro. A limpeza elimina sucidade pero non acaba cos xermes. A desinfección si supón a eliminación de boa parte de xermes e patóxenos. A sanitización é algo a medio camiño entre a limpeza e a desinfección. A esterilización é a inertización total e absoluta de todos os patóxenos. Dunha agulla hipodérmica ninguén esperaría menos que unha esterilidad total. O contrario sería xogar á ruleta rusa con moitas balas no tambor. Nun comedor escolar os protocolos sanitarios esixen desinfección de utensilios e superficies en contacto directo coa comida, e a sanitización doutras como chans ou paredes. Se calquera enterobacteria despistada (as da caca, para entendernos) prolifera nunha mesa quente, xogarémonos como mínimo unha gastroenterite. Afortunadamente nese sentido a gran maioría dos centros educativos aproban con nota.
Pero que dicir dos baños… coñezo nenos que preferiron mexarse ou usar o patio escolar antes que ir a uns aseos que, con frecuencia, parecen o estudio de rodaxe de Mad Max. O mitológico papel hixiénico non se viu en moitos colexios en xeracións e a sanitización que estas instalacións requiren (desinfección no caso de inodoros e lavamans) é, directamente, unha broma de mal gusto. Das portas que non pechan, cisternas que non provén de auga e outros sospeitosos habituais mellor falamos outro día.
A mera limpeza só é aceptable en certos elementos das aulas, nos corredores e en zonas de uso común.
En apenas un mes os catarros, conxuntivites, larinxites, gastroenterites, gripes e demais familia, encherán de novo as consultas de pediatría. E o remedio, numerosos estudos demóstrano, é simple: LAVARSE AS MANS CON XABÓN así como SANITIZAR E DESINFECTAR adecuadamente.
Non se trata de alcanzar niveis de quirófano, pero si de evitar centros educativos (desde primaria até a universidade) cuxos aseos causen repulsión e, ao cabo, enfermidades.
E lembren, a gripe mata cada ano a miles de persoas. Moitísimas máis que o Ébola. Empecemos por varrer en casa antes de preocuparnos pola roña de fóra.