Hablemos un ratito de la audición o, mejor dicho, de su falta. La creencia popular es que las pérdidas auditivas son una cuestión de volumen (medido en decibelios o dB), cuando en realidad es más bien una cuestión de frecuencias (expresadas en Hertzios o Hz). Esto es así porque durante muuuuucho tiempo el único apoyo que teníamos para ayudar a las personas con pérdida auditiva era aumentar el volumen del sonido en bloque (y no de modo selectivo, sin equalizar) con la esperanza de que se percibieran una mayoría de los sonidos.
Para saber si una persona tiene una pérdida auditiva se le hace una audiometría. Muchos de vosotros ya sabéis como va. Con unos auriculares se mandan sonidos a uno u otro oído y se va subiendo su volumen para hasta que se alcanza el umbral de la audición. Esos sonidos que se utilizan en las audiometrías son (por lo general) tonos puros, es decir, que suena únicamente la frecuencia que se quiere analizar sin armónicos de resonancia como ocurriría, por ejemplo, si diéramos el tono (de existir) en un piano, por ejemplo.
Hasta 20dB de pérdida auditiva se considera audición normal. Esto es así porque no hay dos oídos iguales y 20 dB es algo que nuestro cerebro, la información del ambiente, contexto, la vía ósea (hice un hilo sobre eso que espero recopilar en un post un día de estos…) etc, compensa perfectamente. Pero si el umbral en una determinada frecuencia está por encima de unos 20 dB (hay distintas clasificaciones), entonces hay pérdida auditiva. Por comodidad se suelen clasificar las pérdidas auditivas por la pérdida media a lo largo del espectro de frecuencias. Así decimos que una persona tiene 40dB de pérdida auditiva, que es una pédida leve, como si su audiometría fuese una línea plana a lo largo de todo el espectro de frecuencias, pero esto rara vez es así. Precisamente por eso se testan diversas frecuencias a lo largo de todo el espectro y en ambos oídos por separado. Si se sospecha pérdida auditiva se hace también la audiometría de vía ósea y de ambos oídos por separado. Esta última suele requerir el enmascaramiento del oído que no se está testando porque sólo tenemos un cráneo que resuena en conjunto y darnos resultados que en realidad corresponden al oído que no está realizando la prueba.
La pérdida auditiva propia de la edad se llama presbiacusia y, normalmente, empieza por los agudos. Es decir, con la edad perdemos la capacidad de escuchar los agudos. En general vamos perdiendo agudos desde la infancia. La gente de mediana edad rara vez puede escuchar sonidos por encima de los 17000 Hz (17kHz), en tanto que un adolescente puede oír fácilmente los 21000Hz (21kHz). Por eso se han popularizado entre los chavales los tonos de móvil en esa frecuencia (profes, ojocuidao!).
Podéis probar en esta página para ver hasta que agudos llega vuestra audición 🙂 En justa venganza hay empresas ( como esta )que te proponen librarte del molesto ruido del botellón instalando altavoces que reproducen sonidos por encima del umbral de audición adulta, pero en el tono justo para incomodar a los pérfidos teens.
Un efecto muy importante derivado de que las pérdidas auditivas no sean lineales a lo largo de todas las frecuencias es que quien las padece no pierde todos los sonidos por igual. Esto se ve muy bien en lo que se conoce como «audiograma de sonidos familiares». Aquí podéis ver uno con los sonidos del español:

Audiograma de sonidos familiares
Si os fijáis las vocales y, sobre todo, las consonantes, se distribuyen a lo largo de todas las frecuencias. Si una persona tiene una pérdida de unos 50dB en la 1000Hz casi no oirá las aes y perderá las n. Sin embargo, en el caso típico de una persona con una perdida progresiva desde los 1000Hz y con sordera total a los 4000Hz, no oirá ninguna sibilante ni fricativa, por ejemplo. Esa es la razón por la que muchos familiares o profesores de personas con pérdida auditiva tienden a pensar que «oye cuando le conviene». En realidad es que algunas frases las oyen mejor y su cerebro es capaz de autocompletar y otras no.
Por eso cuando a una persona con pérdida auditiva que no os entiende, le decís la misma frase gritando, os oirá igual de mal pero más alto. Lo que hay que hacer es reformular la frase para darle riqueza, contexto y variedad de sonidos.
Lo explica muy bien y con grandes ejemplos reales (id a por auriculares) un buen amigo al que conocí a raíz de esta publicación en su blog.
¡Espero que os haya resultado interesante y útil!