Abrir el periódico como última actividad antes de un plácido, reparador y, espero, merecido sueño, es una mala idea. Muy mala. Últimamente los periódicos son peor que un bocadillo de alcaparras con torreznos. Una bomba, oiga.
Hoy me encuentro, para regocijo de la caja de antiácidos que guardo en la mesilla, esta joya del conocimiento pedagógico humano:
«Los padres piden que las vacaciones escolares de verano se repartan a lo largo de todo el año»
No voy a entrar a analizar pormenorizadamente el artículo, porque no son horas y hay tanta tela que cortar que necesito tijeras nuevas y bien afiladas. Me quedaré únicamente con el detalle del subtítulo que, en mi opinión, resume muy bien el espíritu de las opiniones pedagógicas infundadas de padres y profes barriendo, corporativistamente, para casa:
El tiempo que, según los encuestados, deberían dedicar los alumnos de Secundaria a hacer deberes son dos horas diarias.
Teniendo en cuenta que la jornada escolar en secundaria es de 32 horas lectivas y que la semana escolar tiene 5 días, a razón de dos horas de deberes al día, nos ponemos en 42 horitas de estudio y trabajo académico de lunes a viernes. Voy a ser magnánima y pensar que estos progenitores buenérrimos dejan descansar a su prole sábados y domingos.
Cuarenta y dos. Un número que a los amantes de «Alicia en el país de las maravillas» y de «La guía del autoestopista galáctico» nos dice mucho y nos parece simpático. Pero a los tiernos infantes de 11 años, aquello de currar 42 h. a la semana les debe parecer el despipote. ¡Viva la infancia!
Espero que esos papás y mamás que tanto pían, trabajen, como adultos que son, 70h semanales, por lo menos. Y con examen de productividad al final de cada mes y revisión del contrato a final de año. Y si no cumples, a la calle. Seguro que les parece digno, justo y fantabuloso de la muerte.
Si me disculpan voy a por el Rennie.