Esta tarde celebré, de modo no premeditado, el Día Europeo de la Protección de Datos.
Tenía un encuentro con servicios de orientación de la zona de Vigo. La idea era hablar de Adaptaciones Curriculares. Sin embargo, al hilo de diversas dudas que plantearon sobre «las copias de los informes» y «Qué tiene derecho a ver un padre/madre», entramos de lleno en la protección de datos, en particular, y el procedimiento administrativo en general.
Se da en el profesorado una condición inaudita en otros sectores. La formación de un docente es plenamente técnica en su campo, esto es, conocimiento del contenido, conocimiento didáctico del contenido y conocimiento didáctico general (a grandes rasgos). Nada se le exige en la formación inicial ni en las pruebas de acceso, al respecto del procedimiento administrativo y las prácticas de oficina. No ha de conocer las Técnicas de Comunicación Administrativa ni ser capaz de navegar leyes, citarlas con coherencia y corrección e interpretarlas con un mínimo criterio.
Sin embargo, como sabemos, el desconocimiento de una ley no exime de su cumplimiento. Y los docentes, en tanto que funcionarios públicos o de análoga naturaleza, resultamos ser administradores y sancionadores del proceso eductivo-formativo de los ciudadanos de este país. Un proceso que tiene consecuencias sociales, laborales y, en no pocas ocasiones, sanitarias y judiciales.
Como administración pública estamos sujetos a una serie de obligaciones y como docentes a las derivadas de nuestro ejercicio profesional. Sin embargo nadie nos prepara para ello. Las cosas se siguen haciendo según el uso y la costumbre, con una total falta de atención a cuestiones de derecho tan básicas como la gestión por escrito de toda documentación que contenga datos personales (particularmente los sensibles), práctica de las notificaciones y procesos análogos al famoso «consentimiento informado» sanitario, y comunicación de resoluciones sin un triste pie de recurso al que el ciudadano pueda echarle mano.
De la gestión de los expedientes mejor ni hablamos porque nos entra una llorera de tres días.
Hacer las cosas conforme a derecho no es una elección. Es un deber. Y cuanto antes aprendamos a hacer las cosas bien antes dejaremos de tener miedo ha poner las cosas por escrito.
No podemos olvidar que lo que bien está bien parece, y no sólo aporta seguridad al alumnado y sus familias, sino que es el mejor modo de tener tranquilidad y seguridad sobre nuestro trabajo. Es también el mejor modo que conozco de dar solidez y credibilidad a nuestro desempeño profesional.
Muchos no lo sabréis. En lugar de estudiar Bachillerato estudié FP. Técnico Especialista Administrativo, dice mi título. Luego me fui a Magisterio y el resto os lo imagináis. Es una historia curricular larga y complicada.
El caso es que detestaba profundamente los estudios de administrativo. Particularmente la contabilidad, que consideraba una especie de prestidigitación difícil y sin atractivo. Sin embargo tuve excelentes profesores de derecho y de Prácticas de Oficina. En especial Gonzalo, que enseñaba la asignatura igual que se instruyen Marines:
*8 horas de clase a la semana.
*Los lunes teoría. Los martes cubrir documentación. Los jueves técnicas de comunicación y auditoría de documentos. Los viernes examen.
*Llevarás toda la documentación de una empresa ficticia.
*Tus documentos, tu problema. Llévalos, tráelos, custódialos y protégelos con tu vida. Si te falta algo estás en un tremendo lío.
* El tipex es para débiles… y no es legal.
Me dio clase en primero y en quinto. Todavía vivo de rentas de lo que aprendí con él.
Cuando salí de Administrativo juré que jamás me dedicaría a ello. Sin embargo creo que lo que más me ayudó como directora, y lo que más me ayuda en mi puesto actual, fue aquella formación prusiana en administración. Ningún profesor debería ejercer sin haber pasado su año de prácticas en las manos de Gonzalo, quien supongo, seguirá en el instituto torturando formando jóvenes tan protestones como yo.